Furia by Pablo Poveda

Furia by Pablo Poveda

autor:Pablo Poveda [Poveda, Pablo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2018-02-04T05:00:00+00:00


CAPÍTULO CATORCE

Restaurante I Carracci (Bolonia)

25 de mayo de 2016

Si el hotel poseía el esplendor de un palacio, el restaurante suponía un museo de obligada visita. Un salón amplio en sintonía con la construcción en la que se encontraba, suelo de madera y paredes de papel dorado. En homenaje a la famosa escuela de pintores de la familia Carracci, el techo era un estampado de sus frescos.

Pasadas las seis de la tarde, las mesas del restaurante estaban animadas por elegantes comensales, los cuales Don dedujo que pertenecerían a la farándula boloñesa y al negocio local. Era un restaurante clasista, de gran calidad tanto en comida como en sus vinos. Un lugar, ya no apto para quien lo quisiera pagar, sino para quien lo pudiera vestir.

Con una copa de vino, el español esperaba a su invitado, que parecía haber tenido un contratiempo. El descanso le había ayudado a recuperarse, aunque seguía sintiendo esa presión en el pecho, el girar de unas agujas de reloj que pronto detonarían la carga explosiva.

Roselli cruzó el marco de la puerta doble vestido de americana y pantalones de color blanco. Llevaba unas gafas de pasta de color marrón y se había quedado calvo por la coronilla. Estaba cambiado, parecía más feliz y tenía otro peinado distinto. Don entendió que eran buenas noticias. Cuando se encontraron, el español se puso en pie y estrecharon las manos.

—Amigo, Ricardo… —dijo con alegría y sorpresa—. Es un gusto ver que sigues igual que siempre. ¿Cuál es el secreto?

Ambos tomaron asiento y un metre se acercó para ofrecer vino al invitado.

—Llevar una vida sana y ordenada, Giacomo —respondió con una mueca—. Tú tampoco tienes mal aspecto.

—Han habido muchos cambios en mi vida, en estos últimos años… —explicó con una sonrisa en la cara—. Cambios que no han sido fáciles de hacer, pero como dijiste aquel día… era mejor liberar a esos demonios y, por tanto, liberarme también de ellos.

Don mostró su labio inferior y movió la cabeza como gesto de aprobación. Entendió que Roselli se habría divorciado para llevar una vida transparente sin ocultar su sexualidad. Después levantó la copa y la chocó con la de su compañero.

—Me alegro por ti, amigo.

—Grazie, Ricardo —contestó y dio un trago. Después esperó unos segundos y, finalmente, se decidió—. Me resulta extraño verte después de tanto tiempo, aunque no por ello deja de ser un encuentro agradable.

—Espero que esta visita no te haya supuesto un contratiempo en tu agenda. Te prometo que será breve.

—Comprendo… —dijo el profesor. Su rostro comenzó a transformarse en una expresión de incomodidad—. No estás aquí para hablar del proyecto, ¿verdad?

—No.

—Me lo temía… Debí entender que era una maldita casualidad que vinieras aquí, expresamente aquí.

—Dispongo de poco tiempo y necesito que me hagas un favor, Giacomo.

El hombre frunció el ceño. Ahora que vivía liberado, parecía haberse olvidado de la deuda pendiente que tenía con el español.

—¿No te parecen pocos los favores que impulsaron tu carrera todos estos años?

—Jamás te lo pedí —contestó Don—. Tampoco te olvides del único favor que salvó la tuya y tu matrimonio durante el mismo tiempo.



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